
Soy esencialmente bueno, entonces en mi reino no hay mal. La muerte no es un castigo, ni un final abrupto y sin sentido, es la culminación de un proyecto y a la vez, la continuidad eterna. En mis santuarios están prohibidos el miedo y la culpa, pues por ellos se renuncia al camino que conduce a la emancipación que es la sagrada luz que exalta todas las virtudes y da sentido a la aventura.
Soy dios en tierra de dioses, que celebran la dicha de la vida divina que comparten y en liturgia sagrada se congregan acompañados por elíxires e inciensos. Se unen en torno al altar y entran en éxtasis cuando se producen epifanías musicales, pictóricas, literarias, teatrales… O cuando admiran la belleza de alguna puesta del sol en el horizonte sobre el río, de alguna supernova dando colores al frío espacio, de organismos extravagantes que jamás antes han sido vistos, de dos cuerpos desnudos que se aman, del milagro de la amistad, del conocer, de la duda, del error, de la pregunta, de las sensaciones, del placer, del fuego y también del devenir, del presente, de la particularidad, de la diversidad, de las múltiples verdades. Todas fuentes divinas. Todo dios.
Soy dios y yo soy todos. Me abrazo y los abrazo. Soy feliz y hago feliz al mundo. Soy dios y voy navegando por los mares de mí mismo.
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