lunes, 18 de enero de 2016

Goodbye Spaceboy

Hace una semana llegaba a su fin el periplo por este lado del universo del más carismático de todos los seres interestelares que nos haya visitado jamás. Se elevó y desde lo alto se es escuchaba “I´m a Blackstar, I´m a Blackstar”, mientras aquí abajo brotaban mares de lágrimas de congoja primero, de agradecimiento después. Su misión aquí finalizaba. Nuestro último gran héroe se fundía en el firmamento para continuar su odisea espacial y flotar eternamente en el vacío de la forma más peculiar. Fueron más de cuarenta años de estar recibiendo sus sagrados dones de sonido y visión. Ahora sólo nos quedaba resignarnos a su partida de regreso hacia el cosmos, abandonados a merced de los militantes de la repetición al infinito de fórmulas de éxito pero dudosa calidad. Afortunadamente, su extenso mensaje mesiánico ha quedado registrado para siempre y ante el panorama desolador en el que nos ha dejado, nos quedan su voz e imagen como refugio. Su evangelio se reproducirá a perpetuidad invitándonos a celebrar su memorial y a evocar el prodigio de cada una de sus camaleónicas encarnaciones, íconos de toda piedad. Sus devotos somos legión y sus discípulos más cercanos han logrado asimilar sus sacras enseñanzas respaldadas en el principio soberano de la renovación constante y la transgresión como estandarte. Por eso, aunque el horizonte no parezca esperanzador, continuaremos invocando a su espíritu para seguir siendo alimentados con su gloriosa energía alienígena y para ser iluminados desde las estrellas con los venerables preceptos de la creatividad y el buen gusto encarnados en sus celestiales sones que escucharemos con fervor por los siglos de los siglos.

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