Infierno
La
otra noche soñé que me moría y me iba al infierno. Mi vida pasaba
rápido y en mil fotos veía mi historia recortada. Una mierda. En ese
álbum maldito veía como en la mayoría de las instantáneas que lo
ilustraban yo estaba cumpliendo horarios, compromisos, obligaciones,
soportando, tolerando... Veía eso y lloraba. Y me daba cuenta de que me
merecía ese castigo eterno... por imbécil. Había dedicado mi vida a
satisfacer demandas externas. Creía haberme realizado como "hombre de
bien" pero en realidad me había convertido en un monstruo. Un
frankenstein al que se le notaban todos los remiendos y que obscenamente
dejaba escapar sus entrañas putrefactas de tanta autorrepresión. Me
había moldeado según preceptos ajenos. Había vivido una parodia de otro
sin aventurarme a tener mis propias metas.
No había creado nada. Mi legado para la humanidad eran puras figuritas
repetidas. Todos los días iguales, la misma ropa, el mismo horario, la
misma rutina repitiéndose al infinito. Mi epitafio seguramente rezaría
algo así como «aquí yacen los restos de un NN que vivió como cualquiera y
que no será recordado debido a lo intrascendente de su vida». Mi tiempo
se había terminado y no había amado lo suficiente, no me había detenido
a contemplar paisajes, no había leído libros que me enriquezcan, no me
había conmovido ninguna canción... Merecido castigo entonces, pensaba
entre mares de lágrimas, mientras lamentaba no tener una nueva
oportunidad...
Esa noche me desperté angustiado. No creía en el infierno pero me había dado cuenta de cómo podía crearme uno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario