¡Oh, dios omnipotente de estos tiempos!
Grandiosos son tus dones, ¡oh, rey!
Inquieto está nuestro corazón
Hasta que no se llena de tí
Solemnes son tus implacables decisiones
Haces temblar de frío a los más débiles
Das refugio confortable al poderoso
Tus leyes son justas
Y nadie las enfrenta
Porque tu poder es infinito
Y abarca todo el universo
¡Oh, dios a quien hasta los pobres rinden culto!
Haz que sólo a ti te adoremos
Y que no primen en nuestras vidas
Bienes superfluos como el amor, la esperanza, la dignidad
¡Oh, soberano que riges el sistema!
Das valor a todas las cosas
Y todos se regocijan ante tu magnífica presencia
¡Oh, inquebrantable guardián de las costumbres!
No dejes que quienes en tí confiamos
Caigamos en la miseria de tu ausencia
¡Salve! ¡oh, único benefactor
Permítenos gozar de tu gloria
Y alcanzar la solvencia eterna!
1 comentario:
¡Oh, dios a quien hasta los pobres rinden culto!
¡Oh, inquebrantable guardián de las costumbres!
Sencillas pero soberbias maneras de definir al todopoderoso del siglo XXI. Muy buena pluma compañero Héctor, y... sigo esperando con ansiedad vendimial más peroratas embriagantes para un espíritu sediento a causa de un mundo demasiado seco, muy seco, aaahg! Por eso, al beber en tu página (y en la copa que me acompaña) apago, por un momento al menos, la sed de este entorno abrazador, tórrido, asfixiante. Vamos todavía Compañero!!!
Sergio M.
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