martes, 16 de noviembre de 2010

Los amantes

Lo que había entre él y ella estaba más allá de las palabras...
Se besaban… y prescribía el dictamen del tiempo y el espacio
Eran dioses venerándose por siglos
Condensaban universos en sus labios
La omnipotencia de su amor curaba males
Deshacía hechizos, rompía cadenas
Sus caricias redimían toda culpa
Su pasión era la gloria sempiterna

Desprender la paradoja

Desprender la paradoja
O intentar sujetarla
La condición humana no lo permite
Y se hace brisa
Mas se empantana más tarde
En tierra sucia
Viciada de verdad
Desfigurada
Manifiesta al fin la farsa
Realidad cúmulos muertos
Huecos intersticiales de sentido
“Prohibido está dudar”
Razones muertas
Vanidad devino en vómito divino
Insoportables sucesiones de sinapsis
¡Abracemos pues palabras masticadas!
¡Deglutamos la visión reprocesada!
Absorbamos ya el blandísimo bocado
Dispuesto hacia el esófago resbala
Reniega pues, ya es hora
Desierta está la mente ya de ideas
El síntoma se torna perdurable
La contradicción fluye
Se equivoca
La realidad despierta es evocada
El sentido común
Exacerbado
La cena está servida
Envasada

jueves, 25 de marzo de 2010

Epifanía beligerante


Apareces desfasada, esporádica, difusa
Un haz lunar esboza tu contorno
Así emerges extasiada de la bruma
En nocturno sortilegio mientras te elevas
Sostienes en estandarte tu cabello al viento
Te aproximas e impones tu presencia
Con tu piel que es manifiesto libertario
Aniquilas las palabras
Detienes el tiempo
Tu mirada emite hechizos que derrumban
Y repelen con crueldad cualquier embate
Mas mis manos perseveran obstinadas
Armas mías, inauguran la batalla
La voluptuosa lid, entonces se desata
Y en vaivén de roces infinitos
Se resienten las defensas en la noche
Y en la danza de los cuerpos enfrentados
Es tu boca quien perpetra la conquista

martes, 9 de febrero de 2010

Plegaria Capital

¡Oh, dios omnipotente de estos tiempos!
Grandiosos son tus dones, ¡oh, rey!
Inquieto está nuestro corazón
Hasta que no se llena de tí
Solemnes son tus implacables decisiones
Haces temblar de frío a los más débiles
Das refugio confortable al poderoso
Tus leyes son justas
Y nadie las enfrenta
Porque tu poder es infinito
Y abarca todo el universo
¡Oh, dios a quien hasta los pobres rinden culto!
Haz que sólo a ti te adoremos
Y que no primen en nuestras vidas
Bienes superfluos como el amor, la esperanza, la dignidad
¡Oh, soberano que riges el sistema!
Das valor a todas las cosas
Y todos se regocijan ante tu magnífica presencia
¡Oh, inquebrantable guardián de las costumbres!
No dejes que quienes en tí confiamos
Caigamos en la miseria de tu ausencia
¡Salve! ¡oh, único benefactor
Permítenos gozar de tu gloria
Y alcanzar la solvencia eterna!

Entre luces y sombras

Mi mundo era un mundo de luces. Rodeado vivía de los agradables sones de la cotidianeidad hogareña. Impregnado de la divina calma que me brindaba el orden de las certezas. Ése, mi mundo, estaba regido por el equilibrio impuesto de las buenas costumbres y yo acogía la imposición sumisamente porque percibía que quienes me rodeaban eran felices. O al menos, parecían serlo. Y la felicidad plena era la meta que yo buscaba. Meta impuesta también, claro.
Así transcurrían los inocentes primeros tramos de un camino que yo transitaba, cuyo destino era incierto. Sin embargo, se me garantizaba que de seguir las proscripciones de los sabios, encontraría respuesta a todos los interrogantes que me surgiesen y llegaría inexorablemente a aquella meta. No había de qué preocuparse entonces. Hasta parecía sencillo. De hecho, los mismos errores que uno podría llegar a cometer, serían absueltos por la autoridad competente, previo castigo y contra presentación del propósito firme de evitar ocasiones de ser reincidente.
“Uno es hijo del rigor”, era una de mis frases favoritas por aquel entonces y sonreía con ternura mientras recordaba los dulces azotes que cuando niño me habían proporcionado mis padres dada mi inescrupulosa y salvaje manía de treparme a los árboles. La violencia era efectiva. Y afectiva. Era un mal menor. “¡Qué habría sido de mí sin un buen reto!”, pensaba angustiado y agradecía. Y era feliz. O creía serlo.
Pero aquél modelo de felicidad costaba. Y a mí, en particular, me exigía demasiados esfuerzos lo que me llevaba a cometer muchos errores. Y debía volver a empezar. Una y otra vez lo hacía. Pero los reproches de la culpa eran cada vez más severos y la debilidad producida por la fatiga que demandaba conservar la luz en mi vida, fueron el caldo de cultivo para que desde lo más profundo de mi ser se geste el germen del cambio. Fue cuando una oportunista fuerza oscura comenzó a acecharme.
Su advenimiento no fue repentino. Sus primeras sutiles apariciones eran breves y su tarea era predicarme la duda y la desconfianza hacia aquel sistema de normas que yo aceptaba. Poco a poco iba sembrando cada vez más ideas novedosas que contradecían mis preceptos. Como una especie de alter ego mío, pretendía guiar mis pasos según otras reglas que entraban en conflicto con los saberes que yo había recibido. ¡Cómo escucharla! Mis oídos se cerraban a su voz tremebunda y pretendían negarla. Pero la fuerza estaba ahí y me hablaba con voz cada vez más clara y más irreverente. Me interpelaba, cuestionaba, intentaba negociar. Sin embargo, aunque su influencia era cada vez menor, la luz todavía regía mi vida.
Pronto los embates de la fuerza oscura se volvieron más intensos y contínuos. Se me tornó insoportable negarla. Estaba ahí. Irremediablemente debía convivir con ella y escucharla. O volverme loco.
La fuerza me presentaba un mundo desconocido, que en realidad ella misma desconocía y aun así, resultaba atrayente el panorama que me enseñaba. Se trataba de un mundo gobernado por el caos, la incertidumbre, el error y por sobre todo, por la libertad. El único procedimiento que había que seguir para entrar en él, era dejarse impregnar por las tinieblas de la ausencia de normas y la ruptura definitiva con los patrones de felicidad impuestos por el vetusto régimen de la luz.
De esa forma, la fuerza fue tornándose amigable. Muchos de sus cuestionamientos me parecían convincentes. Ya no me asustaba escucharla. Cuando su negrura cubría mi camino me sentía imbatible. Experimentaba que me envolvía con su energía y me llenaba de una potencia que nunca antes había sentido tener. ¡Era como un dios! Abrazaba con tanto ardor aquellas epifanías que ya no distinguía entre mi accionar y el de la fuerza oscura.
Fue así como las tinieblas llegaron a mi mundo y desplegaron su poderío sobre mi ser. La culpa, el miedo, el dolor se habían esfumado. Empezaba una nueva etapa del camino con la sombra como norte. Sin metas precisas. La meta era el camino. Y lo sigue siendo.

lunes, 25 de enero de 2010

Ella


Se cierne amenazante sobre el río
Lentamente cubre toda superficie
Avasalla cada territorio sobre el que se posa
Y es esposa de la densa tiniebla nocturna
Su manto se ofrece generoso
Envuelve a cuanto ser le venga en gana
Su ambición es someter al mundo entero
Desoye súplicas
Estériles murmullos
Su dictamen es eterno
Y no puede ser revocado
Arrastra la destreza de los héroes
Aniquila la insolencia de los nobles
Avanza imperceptible
Se desliza
Se esconde tras la dicha inagotable
Se sumerge en los sonidos de la nada
Resplandece de negrura
Manifiéstase soberbia
Inclaudicable
Henchida de poder
Se abalanza prepotente
Ella
Vil soberana de las almas

domingo, 3 de enero de 2010

Hoy

Es miedo, es ansiedad, incertidumbre
Ya no es dolor, angustia, opresión…
El tiempo sabio limpió pecados y culpas
Los vientos bravos erosionaron la memoria
La calma ha conquistado territorios ajenos
La convulsión es dominio del pasado
La sustancia ha perdido consistencia
La esencia ya ni siquiera existe
El camino trazado se torna difuso
La libertad se manifiesta en su esplendor
El ciclo de búsquedas ha sido iniciado,
Rastreos, construcciones, innovaciones…
El hálito de la vida permanece
Los cuerpos mutan de formas y colores
Las luces esconden la evidencia
Los sentidos son la fuente del engaño
Interpretaciones subjetivas de un mundo arbitrario
El arte concentra la realidad
Es la verdadera llave hacia el conocimiento
La infinitud impresa en seres finitos